miércoles, 11 de enero de 2012

El cuaderno italiano de Goya





Hace más de una quincena de años apareció, llegó al mundo, un manoseado y grasiento cuaderno. ¿Dónde habría estado hasta entonces? Sólo Dios lo sabe. Contenía notas gráficas y biográficas y hasta recetarios de mezclas y pinturas. Era el Cuaderno italiano de Francisco de Goya. Eran anotaciones hechas durante los dos años de estancia en Roma y posteriores (1770-1786). Los contactos en Italia enriquecieron su vena artística e hicieron el milagro de ensanchar su cultura humanística, y para impregnarse y captar hasta la médula el incomparable arte italiano. En el Cuaderno se contienen dibujos y apuntes, que después plasmaría en sorprendentes cuadros. Eran anotaciones, recordatorios, apuntes «sobre la marcha», y en cierto modo, retazos de su dura y novelesca vida que, como a todo «hijo de vecino», le hizo pasar también por dolorosos trances y erráticas persecuciones.

Hoja por hoja hemos leído y releído sus textos, admirado y readmirado sus trazos y esbozos artísticos. Y hasta un apunte que desarrollado en 1771 fue premio de la Academia de Bellas Artes de Parma. Nos referimos a «Aníbal que (…) miró a Italia desde los Alpes». Sin duda fue aldabón y principio de su consagración. En el resto de lo que fue Cuaderno, solo han quedado ochenta y tres hojas en papel verjurado blanco y se conserva hoy guardado con siete llaves en el Museo del Prado. El antiguo o antiguos poseedores arrancaron «herejíacamente» (no figura en el Diccionario de la Real de la Lengua) los dibujos mas sensacionales o los cuasi acabados.

Emplea Goya variopintas técnicas: plumas con tintas de diversos colores, aunque la ferrogálica fue la mas empleada. Es igual. Allí están a plumilla, a tinta negra o de carbón de lápiz negro muy afilado y la sepia sin que falten las sanguinas.

Y todo en hojas pringadas de aceite por el manejo en el taller goyesco del manoseado Cuaderno. Quizás sea poseedor de una de las páginas de escenas bíblicas arrancadas que debían integrar dicho Cuaderno. Me refiero a un dibujo a lápiz fino, El Sueño de Jacob. ¿Sería parte de los esbozos y dibujos de aquel de entre las hojas desaparecidas? No me hago ilusiones, aunque en él aparezcan firmas y ¡como no!, invirtiéndolo, sorpresivas «figuras ocultas» soterradas que en los cuadros de Goya veía o creía ver -yo también las veo- don Agustín de la Herrán, que autor de mas de quince libros sobre Goya, era el que mas sabía del genio zaragozano.

Y hasta llegamos a pensar -el Sueño de la razón produce monstruos- si aquel abogado del Estado y fundador de la Ciudad Ducal en Navas del Marqués, cuando con los ojos del alma nos describía sus cuadros o extasiado relataba vivencias goyescas, sería la reencarnación del mismísimo Goya. ¡Que bello el monumento en la Ciudad Ducal dedicado a don Agustín con alusiones goyescas labrado en bronce por su hijo Agustín, autor de la Inmaculada de Ávila y de la estatua en bronce en la Ducal del entrañable Juan Chorot!

En los restos del Cuaderno en la pág. 4l, aparece una cabeza de bóvido de perfil en lápiz negro y repasado a pluma «tolón» subrayado y debajo «Abila» y debajo de esta anotación, «Marsella». Y en la pág. 39 en su final «tolón Abila Marse…» ¿A qué «Abila» se referiría Goya? En el texto anexo a la edición de El Cuaderno italiano 1770-1786, Los orígenes del Arte en Goya, con trascripción y notas de la experta y acreditada goyista Manuela B. Mena Marqués, cuando hace referencia a «Abila» comenta: «La ciudad llamada Abila que menciona entre Tolón y Marsella está sin identificar y se repite…»¿Se referiría Goya a la ciudad de Ávila o a tierras de Ávila, la «Abila», «Abula» o «Abela» en su origen?

La cultura de Goya no llegaba a tanto, pero bien pudiera estar asociada a nuestra ciudad o sus tierras.

No olvidemos que los cuadros para tapices, como La vendimia fueron pintados en Piedrahíta, en los jardines del Palacio de los Duques de Alba, construido entre l755 y 1766 con planos del arquitecto francés Jacques Marquet. Y que Goya allí, y no en Sanlucar, pintó a la Maja desnuda, creída identificar en ella a la Duquesa de Alba, «d’apres nature». Siempre relacionando a Goya en la vida real o en íncubos y súcubos o asociando sus lienzos dedicados a la Duquesa con lances de cama «cayetano-goyesco» que tal vez no llegaran a tanto. ¡Qué más quisiera Goya! Y porqué no, ¡que más quisiera la Duquesa! Es caso similar al de Manuel Godoy con María Luisa de Parma que, en nuestra investigación con Pilar Leseduarte, Godoy Historia documentada de un expolio con base a documentos inéditos, y las de Seco Serrano y La Parra, «desligamos» -esta es la fiel expresión- al esbelto y joven extremeño Guardia de Corps -un «tío bueno» en el argot actual- de aventuras lascivas con la regia enferma aquejada de disentería y ya físicamente caduca y mermada por tantas jornadas de colchón a que «cruelmente» la sometiera su consorte Carlos IV.

Monseñor Escribá, elevado a los altares como un cohete USA a espacios siderales, dijo en días en los que lanzaba «parábolas» a enfervorizados seguidores, como si fuera el mismísimo Cristo: «Nunca convirtáis vuestra vida a espaldas del matrimonio en catre de mancebía» ¡Cuanta razón llevaba! Pues igual: «No convirtáis a la Maja desnuda en acontecer de catre de mancebía». Íbamos a hablar de los devaneos sexuales de Isabel II, pero corramos un tupido velo, ya que el solo hecho de haber salvado el Real Monasterio de Santo Tomás de las furias del vendaval desamortizador, rescatándolo de una pública subasta y sufragándolo a plazos de su peculio, la libera o al menos la exculpa de acreditadas obscenidades que reflejan los hermanos Bécquer -nunca de ellos lo hubiéramos pensado- en estampas y textos tan pornográficos que hasta ruborizan.

Y Goya legó al mundo del arte unas tablas con escenas del bandido Maragato. Muchos creen que actuaba en la «maragatería» leonesa que de mano maestra describiera Concha Espina en La esfinge maragata. Pues no. El Maragato Pedro Piñero, que cometió horrendos crímenes por los que fue ahorcado y descuartizado en 1806, y su cabeza «y sus cuartos», ¡que bestialidad en la ejecución de la sentencia!, expuestos en los caminos donde perpetrara sus delitos, tuvo su caverna, su guarida, en tierras de Ávila. Existe en Cepeda de la Mora la cueva del «Maragato». Siempre que pasaba por el desfiladero con mi inolvidable Pilar, hablábamos del «bandido» que tantas fechorías cometiera en tierras de Ávila y Toledo.

Su criminosa historia está ligada, aunque nos duela, al entorno abulense, si bien tengamos como compensación, sepultado en San Vicente, al admirable y virtuoso cavernícola San Pedro del Barco.
No hay noticias de estancias de Goya en la ciudad de Ávila, pero en tierras abulenses dejó su impronta y en ellas montó caballetes y lienzos, y sus pinturas deslumbraron al mundo. Pero tanto especular y, en definitiva, no sabemos a que se refería Goya al estampar «Abila» en su Cuaderno italiano.

Autor: José Belmonte Díaz
Fuente: http://www.diariodeavila.es/

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